Razon de la esperanza

La verdad de Dios para el pueblo de Dios

Vertientes teológicas que explican el poder en la iglesia

Escritor invitado José Antonio Siles

Escritor invitado José Antonio Siles

Nuestro escritor invitado es mi buen amigo, el Rev. Antonio Siles, M.A., Costa Rica

Introducción:

El tema del poder en la iglesia latinoamericana ha sido tratado de forma abundante por los mejores representantes del quehacer teológico de nuestro continente. En su acercamiento estos autores han levantado su voz para hacer conciencia al resto de la comunidad de fe en cuanto la responsabilidad de la iglesia en tanto que actora dentro de la intrincada red de relaciones y fuerzas que llamamos sociedad, de ser fermento en la masa y cumplir así con la Misio Dei. En lo personal me parece que en estos trabajos, el tema del poder se aborda más en términos de la participación de la iglesia en el escenario de la política. De ahí que, en mi opinión, hablar de poder es hablar de influencia de las comunidades de fe en su entorno relacional y estructural en lo que a decisiones políticas se refiere, o al menos en cuanto a la participación de los creyentes en la gestión comunal.

Es por esto que en este artículo voy a acercarme al tratamiento que se ha hecho de la idea del poder desde la óptica de un congregante, con lo que busco que los lectores que tengan entre sus posibilidades la docencia teológica puedan tomar en cuenta en sus reflexiones del poder lo que la gente común percibe, en el contexto de la iglesia evangélica, del origen y uso del poder, o de la idea del poder. Para esto voy a referirme a lo que en mi entender constituyen cuatro vertientes de pensamiento teológico en cuanto al poder. Ahora bien, quiero aclarar que uso el adjetivo «teológico» de una forma más o menos libre. A veces lo emplearé para hablar del trabajo de los teólogos formales, es decir con formación académica, pero también usaré el calificativo teológico para referirme al pensamiento de aquellas personas que en función de su relación personal y comunitaria de pacto, hacen teología y dan respuestas teológicas a la vida desde un taxi, desde la cocina de su casa, desde el trabajo de construcción o desde la dirección de un proyecto de telecomunicaciones; es decir: de la teología del creyente común, y esto sin dejar de lado la teología de las congregaciones y denominaciones.

I. Corriente democrática importada

La primera corriente o vertiente de pensamiento de la que quiero hacer mención es la de las iglesias congregacionales. Recordemos que el evangelio primero llega a nuestro continente en la versión del catolicismo español. Y esto con todos los matices de reconquista, y por lo tanto de cruzada, que los iberos experimentaron en su propia tierra, pero que supieron exportar a América. Este evangelio, y la iglesia que se construyó a partir de él no tenía nada de democrático pero si mucho de importado.

Años después, llega a América el protestantismo. Y, es el protestantismo de las Trece Colonias, el que nos interesa, ya que de este es que se van a constituir, entre otras, toda una serie de iglesias de gobierno congregacionalista, es decir democráticas, que tendrán gran influencia en cuanto a la idea del poder en las iglesias del área centroamericana. Desde luego no negamos el valioso aporte a esta idea de misioneros de Europa que también promovieron un concepto congregacionalista en nuestro medio.

La idea del poder que estos misioneros trajeron a las iglesias fue que la soberanía residía en el pueblo. Y el pueblo reunido en una legitima asamblea de negocios. En esta perspectiva del poder, el pastor tiene mucha responsabilidad, pero no tiene una cuota de autoridad significativa. De ahí que año a año el pastor debía obtener el llamado voto de confianza con el que, de obtenerlo, podría seguir al frente de la congregación un año más. Y la consigna que regia esta perspectiva fue “la iglesia es soberana”.

Por supuesto para justificar esta forma de gobernar una iglesia, los promotores de esta idea buscaron apoyo en el libro de los Hechos, y explicaron los pasajes pertinentes, de modo que los congregantes asimilaron que sí, efectivamente la iglesia es soberana. Así, el poder, o mejor dicho el ejercicio del poder, era una prerrogativa de la asamblea de creyentes. Y de esta forma, en las iglesias que se gobernaba de esta manera, el resultado fue que ciertas familias prominentes (las fundadoras, las que hablaban más, las de más recursos, etc.) detentaran el poder real, al punto de quitar y poner pastores, y por no decir a su beneficio, diré a su gusto. Dando como resultado una estructura de poder influenciada – por no decir dominada – por ciertas familias hegemónicas en casi cada congregación.

Esta corriente de pensamiento encontró su expresión en los estatutos de fe y orden que rigen a las congregaciones involucradas. Y se evidencia en el apego de estos hermanos a las reglas parlamentarias. Los delegados de iglesias y pastores de este tipo de congregaciones demuestran un uso admirable de estas reglas, y es muy interesante observar la forma en la que conducen sus reuniones o asambleas de negocios, en el contexto de lo que algunas denominaciones llaman convenciones.

Los estatutos de fe y orden, así como los manuales de eclesiología de las iglesias congregacionalistas son testimonio escrito de esta corriente o enfoque teológico del poder que nos fue importado mayormente desde Norte América. El poder aquí se concibe en términos del poder a lo interno de las congregaciones, y por lo general son pocas las personas que logran ver más allá de las paredes de sus templos y ser conscientes del entorno social que les rodea. Se podría clasificar tentativamente a esta corriente dentro del fundamentalismo evangélico, pero me parece que algunas congregaciones que mantienen esta perspectiva no son fundamentalistas.

También es justo aclarar que en años recientes, algunas de estas congregaciones han tomado conciencia de su responsabilidad social y han vuelto la mirada hacia afuera de sus templos. Quiera el Señor que cada día sean más sensibles a su entorno y busquen en la palabra de Dios el consejo para responder a tales necesidades.

II. Corriente política importada

En segundo lugar me voy a referir a la Teología de la Liberación. Casi a riesgo de una perogrullada, diré que esta corriente de pensamiento explica el ejercicio del poder en el contexto de la iglesia con un sentido político. Sin duda esta es un de las vertientes que más impacto ha tenido en la producción literaria. Cientos de libros se han escrito, uno a favor y otros en contra de su enfoque. Tan importante ha sido esta corriente de pensamiento que incluso ha sido identificada como teología latinoamericana.

Sin embargo, esta corriente nace de la confluencia de ideas que surgen en Europa, y es desde el viejo continente, que llega a América Latina. Es por esto que digo que es una vertiente importada. Y, aun cuando nace en la iglesia Católica, pronto alcanzó a los pensadores protestantes que se encargaron de introducirla en la distintas comunidades de creyentes.

Es cierto que no todas las iglesias protestantes y/o evangélicas se abrieron a esta corriente de pensamiento y de acción (como se ha dicho: praxis de liberación). La explicación del por qué de esto es compleja y tiene muchos aspectos, por lo que está fuera de los límites de este artículo. Sin embargo, quiero señalar que desde la óptica del congregante-informado o no; con razón o sin razón-esta corriente se interpretó como una introducción del marxismo ateo dentro de la vida de la iglesia. Y con el tiempo esto llevó a la ruptura de la comunión en el seno de congregaciones y aun de ministerios. Así que algunas congregaciones se abrieron a esta nueva perspectiva del que hacer de la iglesia, otras se cerraron y otras se dividieron.

En esta vertiente de entendimiento, reflexión y praxis del poder, o de la idea del poder, el poder se concibe en términos políticos. Es la capacidad de tocar las estructuras y transformarlas, es la posibilidad de hacer mejoras sustantivas en la vida de los pueblos, y del ambiente, ya que no podemos olvidarnos de lo ecológico. De ahí que si alguien quiere estudiar la forma en la que la idea del poder se ha pensado en nuestro continente y más específicamente en el caso de Meso América, debe conocer el pensamiento de los teólogos de la liberación.

Desde mi particular punto de vista, debo reconocer que la Teología de la Liberación, en tanto que reflexión crítica de la realidad, ha levantado una voz de denuncia profética a favor de los desposeídos y oprimidos de nuestro continente. ¡Creo que en esto éstos pensadores han tenido razón! Sin embargo, me parece que en la forma en la que en muchos casos intentaron llevar adelante sus ideas, no reflejó históricamente, el espíritu del amor que el evangelio de Jesucristo nos enseña, y en otros pocos casos se comprometió la fidelidad a la revelación de Dios en las Escrituras, al maximizar el peso de las ciencias sociales. Dando esto último como resultado, la formación de creyentes muy duchos en la lectura social de los tiempos, pero me temo que con una cosmovisión bíblica al mínimo.

Ante esto, y en el caso de Costa Rica, un congregante, y aclaro de una iglesia cuyo liderazgo no comulga con las ideas de la TL, en la mayoría de los casos no sabría que decir sobre este enfoque, ya que ni siquiera llegaron a sus oídos sus propuestas. Lo único que algunos podrían hacer es evaluar la propuesta de los pensadores de la Liberación en términos de los resultados que se vieron, sobre todo entre las décadas de los setenta y de los ochenta. Los eventos que se fueron sucediendo hasta llegar a nuestros días demostraron que imponderable es el resultado de los procesos históricos, y cuan tentativos son los pronósticos de los científicos sociales. Hoy, el torbellino que llamamos historia nos hace pensar en la necesidad de re-plantearnos los esquemas de análisis otrora en boga y, a veces, re-pensar aquellos que se abandonaron en la búsqueda de un entendimiento del concepto del poder y de la relación de la iglesia con el ejercicio del poder en su responsabilidad con la sociedad en la que existe.

III. Corriente caudillista más o menos autóctona

Una tercera vertiente del pensamiento en torno a la idea del poder es la que se discierne en grupos de creyentes que son dirigidos – o fueron dirigidos – por un líder caudillo. En nuestro continente a mediados del siglo XIX surge lo que se ha llamado el caudillismo. Esto se da como una consecuencia de las crisis que, las naciones en las que se transformaron las colonias españolas, enfrentaron. Esta forma de manejar el poder en América Latina dejó su impronta en la memoria histórica de nuestro pueblo.

En el contexto de la iglesia evangélica he podido detectar esta forma de manejar el poder, así como su concomitante justificación teológica. En mis observaciones personales he encontrado un amplio espectro del fenómeno del caudillismo eclesiástico. Aunque lo he visto más en aquellas iglesias pentecostales y en las que ahora calificaríamos de neo-pentecostales.

En estos casos se justifica esta concentración de poder con el calificativo de teocracia. Y, el poder se entiende en términos del poder espiritual del creyente, pero sobre todos en términos de un autoritarismo del líder principal de la iglesia. A estos hermanos parece que se les olvida aquello de “apacentar la grey sin enseñorearse de ella” (cf. 1Pe. 5:1-2) ya que manejan los asuntos de la iglesia como si ellos fueran los dueños.

Un congregante de estas iglesias por lo general entiende que su poder deriva de su relación con Cristo, y por ende es un poder espiritual. Pero también entiende que el poder emana de su relación con el liderazgo de la iglesia, y por tanto percibe que él tiene cierta cuota de poder dentro de la pirámide jerárquica de la iglesia, todo con tal de que no cuestione a su sumo sacerdote, al que se le empezó llamando pastor y que luego se le llamaría profeta, después apóstol y hasta donde entiendo patriarca.

El desarrollo del pensamiento teológico de esta vertiente se nutrió con los aportes provenientes de reconocidas figuras ministeriales que participan en los medios cristianos de los Estados Unidos, y desde luego con la predisposición de nuestros pueblos de seguir caudillos. Así prédicas, estudios, folletos y talleres, fueron los medios de presentar esta óptica del poder. Dicho sea de paso, óptica en la poco se mencionó la relación iglesia-política o iglesia-sociedad. Lo que contaba era ser salvo y ser fiel a las autoridades espirituales. Es claro que a lo largo de nuestra historia algunos de estos pastores sintieron la responsabilidad de atender las necesidades de su entorno social, pero estos fueron pocos casos.

IV. Una corriente de mercado global evangélico: La súper fe y teología de la prosperidad

Finalmente no puedo dejar de mencionar una de las vertientes teológicas más notorias de los últimos tiempos y que tiene puntos de contacto muy fuertes en cuanto a la idea del poder. Me refiero a la teología de la prosperidad, a veces llamada doctrina de la súper fe. Una vez más tengo que decir que se trata de un fenómeno complejo, ya que tiene varias fuentes de origen, pero que se conjugan en una cierta perspectiva de vivenciar la fe.

Relacionada con las iglesias pentecostales, carismáticas y más especialmente neo-pentecostales, me parece que la teología de la prosperidad, o el evangelio de la prosperidad se han transformado en una especie de contraparte eclesiástica de la perspectiva de mercado neoliberal que alcanza a casi todo el planeta en esta etapa del mercado que llamamos globalización. Antes cuando una iglesia se quería afiliar a otra, o a una denominación el lenguaje era eclesiástico, ahora se habla, aun con las más puras intenciones y sinceridad del caso, de que una iglesia grande, o mejor dicho una mega iglesia, permite usar la franquicia XYZ a la iglesita que a partir de ahora será, en todos los sentidos, la sucursal de la mega en su ciudad o en su comunidad, o en su país.

Este es uno de los fenómenos más complejos de estudiar ya que es lo que estamos viviendo. Al fin y al cabo es relativamente sencillo hablar del pasado y de lo podemos verificar en el registro de la historia. Pero hablar de lo que es una realidad viva es más bien complejo y no menos estimulante para el investigador del comportamiento de las iglesias. De ahí que debamos ponerle más atención a su desarrollo y tratemos de entender como su idea del poder toca a nuestra sociedad.

En algunas de estas agrupaciones de creyentes el poder sigue siendo algo espiritual, sobre todo poder para prosperar y derrotar a los demonios. El poder principalmente es una prerrogativa del líder general de la iglesia o ministerio. Y aquí algo que llama poderosamente la atención: los congregantes, aun cuando lo sean ocasionales, parecen justificar los signos externos de poder que ostenta el líder de la iglesia, en términos del estatus que él o la creyente reciben por asociar su persona con la iglesia del hermano X. Es decir, si el pastor de la iglesia a la que asisto llega al servicio en su helicóptero personal, eso me da a mi estatus, aunque tenga que andar vendiendo empanadas para poder pagar el costo de mi participación en los continuos eventos de promoción del ministerio de mi iglesia, a los que se suele llamar eventos de alcance.

Así, entre más poder evidencia tener mí líder, y en muchos casos este poder se asocia con su carro, ropa y mansión, entonces eso me da prestigio social y por ende contribuye a mi imagen social. Yo no estoy explicando por qué esto sucede, solo estoy describiendo lo que he ido viendo con el paso de los años, y desde luego tal y como yo interpreto este fenómeno.

También, para hacer justicia a esta vertiente de la comprensión del poder, debo decir que algunas de las llamadas mega iglesia se han estado involucrando cada vez más en lo que se llama misión integral de la iglesia. Esto es un signo de esperanza para el cristianismo del área, ya que estos ministerios y congregaciones están colocando sus amplios recursos al servicio del Señor, ya que también conozco pastores de iglesias grandes que no se han aprovechado de su iglesia y que evidencian vidas humildes y genuinas.

Retomando el desarrollo de esta corriente de pensamiento en cuanto al poder, tenemos que decir que los vectores que intervienen: la teología o evangelio de la prosperidad, el movimiento neo-apostólico, un énfasis en la guerra espiritual, y una tendencia a romper con las estructuras religiosas, interactúan en un ambiente en el que parece que se desprecia el estudio de la palabra de Dios y se busca la experiencia mística o religiosa, como meta última de la vida del creyente y de las iglesias. Esto incide en la formación de una nueva forma de entender y vivir el evangelio. Se trata de un cristianismo que está tomando múltiples rostros, para tomar prestada la metáfora de Míguez-Bonino. Sin embargo es un cristianismo que se puede llegar a parecer a cualquier cosa menos al cristianismo bíblico. En esta nueva ola espiritual, se está gestando también el posible nacimiento de una jerarquía eclesiástica protestante, pero solo por oposición fáctica a la jerarquía católico-romana.

Algunos de los ramales de esta vertiente podrían ser asociados con las corrientes del Kingdom Now, o con los proponentes de la idea de la restauración de todas las cosas, que de alguna forma podría equipararse con la contraparte capitalista de la Teología de la Liberación. Aunque para poder afirmar esto de una forma más científica sería necesario una mayor investigación y análisis documental.

Un congregante de alguna de estas iglesias aprenderá que el poder está en lo que él o ella diga, y por ende intentará hacer proclamas positivas. También aprenderá que el reino de Dios está activo en el mundo y la historia – lo cual es cierto – y esto lo experimentará en términos de su prosperidad material y su impacto social en términos de ganar almas para Cristo, aunque con poca, o casi nula, intención de discipulado integral. Así que para nuestro hermano o hermana, el poder también será algo de su relación con su iglesia, y con Cristo, pero también con su representante: el pastor general de la iglesia.

Conclusión:

Para cerrar quiero decir que el tema del poder en la vida y pensamiento de las comunidades de fe de nuestra área y continente latinoamericano abarca mucho más que el tema de lo político. Desde luego, la iglesia no debe evadir la reflexión en cuanto a lo político, doy por sentado que las antiguas dicotomías espíritu-mundo, o secular-vida eclesiástica no tienen sentido a la luz de las Escrituras. Pero lo que he intentado hacer llamar la atención, a algunas facetas de la idea del poder que me parece – hasta donde yo sé – poco discutidas e investigadas.

4 respuestas

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  1. Mencionar la cosmovisión Bíblica al mínimo es acertado, hoy no existen espacios presenciales de lectura Bíblica. He notado que el tono del evangelio de la prosperidad ha bajado, ahora se está produciendo un auge de «movimientos del Espíritu» que aspira a retomar el sentido de la oración cayendo en «activismos sociales» esto sería bendición si contribuye a una espiritualidad necesaria, pero corre el peligro de falsificar al Dios de la Biblia por «ídolos hombres dueños de iglesias» que fomentan a lo interno del creyente un sentimentalismo y emocionalismo. Coincido en que la iglesia ha perdido su identidad, peor aún, practica lo que dice Lucas 10:31, está muy lejos de lo político, lo social, lo económico y ambiental. Debemos devolver la Biblia al púlpito, un abrazo Gary.

    Guido Arturo Romero Montes

    04/08/2013 at 7:07 am

    • Bendiciones, Guido, e invito que el pastor Siles respondan a sus observaciones.

      Gary Shogren

      04/08/2013 at 3:58 pm

  2. Es claro que el tema poder ha sido para algunos por no decir para muchos, de sumo trascendencia. Lo buscan, lo pelean hasta sentir que tienen algo de eso que llaman poder. Parece ser un asunto del hombre siempre querer estar en control de… Pero lo que se olvida es lo que Moisés presentó en Génesis 1:1, que Dios es antes de… y que el hombre es producto de Dios y por lo tanto es Dios el que tiene el poder sobre todo y en todos. Lo que lleva a pensar es que el hombre (humanidad) debe volverse a Dios y no ser dios.

    Mal se hace en las congregaciones cuando el foco de atención es lo que hace o dice «el líder» y no lo que la Palabra de Dios dice que se debe hacer. La propuesta de la Reforma se debe retomar: La fe, La Escritura y la Gracia. Siendo el centro de ellos la Escritura. Se debe volver a la Escritura, al estudio, reflexión y practica, para que de esta forma se tengan vidas transformadas, vidas poderosas.

    Jaime Brenes R

    05/08/2013 at 9:53 pm

  3. Quiero añadir los colegios o escuelas cristianas estan siendo un buen negocio y un pretexto para no salir a evangelizar.
    Conozco pastores o familias que se han apoderado de de templos cristianos para convertirlos en colegios o escuelas cristianas y en esos templos todo gira entorno a los colegios cristianos y no a a CRISTO.
    Al decir colegios o escuelas cristianas no me refiero a las doctrinales o biblicas sino a las pedagógicas.

    Rafael

    06/08/2013 at 10:39 am


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