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«¿Soy miembro de una secta?»
Esta vez, contaremos con la participación de nuestro amigo de muchos años, Tod Hannigan.
Gary dice: Tod y yo llevamos varios años hablando sobre este tema y parece que hoy en día es más relevante que nunca. De hecho, Tod —y yo en menor medida— en algún momento llegamos a la conclusión de que necesitábamos liberarnos de un grupo religioso que intentaba controlar nuestro pensamiento. Por lo tanto, nos basamos en lo que hemos observado y lo complementamos con artículos útiles sobre el tema. [1]
Para empezar, dejemos claro que muchas sectas son religiosas (los testigos de Jehová, Mormones; pero también grupos cuyos nombres contienen “bautista” o “pentecostal” o «mesiánico»). Otras sectas son grupos antirreligiosos (en mi opinión, algunos miembros del nuevo ateísmo; Rajneesh era antirreligioso; Jim Jones era un ateo-socialista sesgado); sectas ovni (Heaven’s Gate); la Nueva Era; un movimiento social; pero también hay sectas políticas (el neonazismo entre las más extremas; el maoísmo y el estalinismo eran tanto religiones como doctrinas políticas, también líderes de partidos en América Latina); e incluso una secta que promete el empoderamiento femenino pero que en realidad explota a sus seguidoras (NXIVM, que se pronuncia como NEX-ium).
Una pregunta para reflexionar:
Si (¡en teoría!) estuvieras en una secta,
¿Cómo llegarías a darte cuenta de que estás en una secta, y
dejar ese culto,
dado que el cerebro humano
funciona de tal manera que
constantemente le dice a la gente que está en una secta, que
“¡Absolutamente no estás en un culto!”
Hay muchos grupos que tienen características sectarias, pero a los que yo no les daría la etiqueta técnica de secta. Hay grupos políticos y religiosos, que son «similares a sectas». Pero el hecho de que exista una zona gris entre las sectas y lo «similar a una secta» debería mantenernos a todos alerta.
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Esto tomado de mi comentario de 1 Corintios, CLIE, pág. 213-15. www.clie.es

El discipulado cristiano debe incluir la vida sexual. Si alguien considera que la Biblia trata con timidez los aspectos íntimos, observe las reglas en Levítico 18 o las descripciones crudas acerca de los pecados sexuales en Israel, o la enseñanza paulina en 1 Corintios 5-7 o en 1 Tesalonicenses 4. Nuestros jóvenes discípulos deberían saber con claridad lo que la Biblia enseña y contar con el apoyo de otros cristianos. Enseñar acerca de la intimidad marital también debe ser claro. Los escritores católicos consistentemente han hablado con franqueza del amor marital; para nuestra vergüenza, a menudo sus libros y sermones son más directos, bíblicos y positivos que los de sus contrapartes evangélicos. [1]
Con frecuencia los evangélicos parecen dirigir toda su energía contra la fornicación – al menos en el plano abstracto –, pero dedican muy poco a edificar y afirmar lo que es el sexo marital sano. Cuando lo hacen, los resultados son cómicos y carnales: algunos manuales de sexo cristianos se asemejan a su contraparte pagana con unas cuantas citas bíblicas agregadas. Soy lo suficientemente mayor como para que muy pocas cosas me escandalicen; pero he escuchado mensajes que realmente me han hecho sonrojar, cuando el orador hablaba de lo sexy que es su mujer, o cargaba sus charlas de dobles sentidos sexuales.
Por otro lado, he escuchado sermones que simplemente concluyen que cualquier cosa legal que dos cristianos casados quieran hacer en su cama está bien. Estoy seguro de que tales predicadores no son vulgares, sino excesivamente ingenuos acerca de lo que sucede detrás de algunas paredes.
El Señor nos observa hasta en nuestra cama, y las relaciones sexuales deberían seguir los pasos del amor de Cristo por nosotros: Cristo es amoroso, protector, edificador, paciente, amable, dadivoso, perdonador: el fruto del Espíritu es la forma de vida para las relaciones íntimas de un esposo y una esposa cristianos. Aunque la Biblia no entra en detalles en cuanto a actividades específicas, deja la profunda impresión de que el sexo marital tiene que ver con el acto unificador de las relaciones y no solo con la estimulación como fin en sí mismo. En el aspecto sexual del matrimonio no debería existir ningún indicio de coerción; relaciones forzadas; humillación; violencia; dolor; travestismo y fantasías pecaminosas; aun cuando sea para producir estimulación. El cristiano no debe recurrir a la pornografía en ninguna de sus formas para su satisfacción o excitación sexual, las cuales deben alcanzarse plenamente con el cónyuge.
La Biblia habla un poco acerca de la cantidad tanto como de la calidad: una pareja cristiana debería seguir el modelo enseñado por Pablo y tener relaciones sexuales “regularmente”. Los rabinos de los días antiguos, quienes no dejaban al azar ninguna de las actividades humanas, mantenían distintos puntos de vista acerca de la frecuencia con la cual una pareja debía tener relaciones: y sí, hasta relaciones diarias.
¿Cómo se aplicaría esto a nosotros hoy? No tenemos un número fijo. No hay dos personas que deseen sexo con la misma frecuencia, así que es normal que una persona – a menudo, pero no siempre, el esposo – lo desee más que el otro. El espíritu de las palabras paulinas aquí es que una pareja tenga relaciones con la frecuencia que permita que el cónyuge más dispuesto no sienta la presión regular de sentirse insatisfecho. Para ponerlo en términos de Pablo, ustedes no tienen relaciones sexuales con la debida frecuencia si se están “quemando de pasión” (7:9). Esto requerirá un espíritu de paciencia cuando haya dos personas con deseos sexuales distintos, pero, ¿sería un problema para quienes cuentan con el Espíritu Santo?
En tiempos modernos, y particularmente con la incorporación de la mujer a la vida laboral, a muchas parejas les resulta difícil hallar tiempo para las relaciones sexuales. Con las lámparas eléctricas para leer de noche, con la llegada de internet, con la televisión por cable y con otras distracciones tanto los hombres como las mujeres van a la cama exhaustos nada más que para dormir o por lo menos distraídos y cansados debido a un largo día. A veces el hombre y la mujer trabajan en turnos distintos, o se acuestan a horas diferentes. Esto es demasiado peligroso, y la pareja debe tomar medidas firmes para evitar que otras cosas los distraigan de pasar tiempo juntos para tener relaciones sexuales, o simplemente para estar juntos. Si un esposo se encuentra demasiado cansado para tener relaciones por las noches, pero al día siguiente se queda paralizado ante las secretarias en su trabajo, él debe ordenar sus prioridades, ¡y rápidamente! Una esposa – o un esposo – se hace un favor a sí mismo e invierte en su matrimonio, si está accesible y se muestra amable. Una relación marital saludable es un regalo de Dios placentero a la vez que una protección contra las tentaciones externas.
Preparémonos para proclamar esta verdad sin miedo de que nos provoque burla. El pasaje aquí es práctico, no de otro mundo, en su enseñanza acerca de la pureza. Por tanto el evangelio de Cristo, el misterio de Dios, sí toma en cuenta, afirma y apoya aun hasta nuestra vida sexual.
NOTA:
[1] Estoy en contra de unas doctrinas católicas en esta área, en particular, con respecto a la contracepción. Sin embargo, note la linda sección sobre el amor matrimonial de Humanae Vitae §9].
“Sexo y la predicación evangélica,” por Gary S. Shogren, Profesor en Nuevo Testamento, Seminario ESEPA, San José, Costa Rica
¿Por qué Pablo escribiría sobre La Cena del Señor?
Cuando celebramos la Comunión, usualmente leemos 1 Corintios 11. Es una práctica correcta, pero otra capa de estudio de la Biblia es preguntarse: ¿Por qué Pablo trajo esto a colación, aquí, en esta carta? No fue para enseñarles el ritual, porque habían estado celebrando la comunión durante años. Entonces, ¿por qué ahora?
Pablo no entra en detalles sobre lo que exactamente estaban haciendo mal. La explicación en la que estoy a favor es que hay dos cenas: una cena privada y más adelante, la cena del Señor como parte de la reunión completa de la iglesia.
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